miércoles, 22 de mayo de 2013

La xíriga asturiana

Emilio García Gómez Llanes es una ciudad costera del Principado de Asturias, adornada por palacetes de indianos retornados a la patria chica y salpicada de villas adonde acudía a veranear la burguesía de principios de siglo XX y sigue haciéndolo la clase media del XXI. A un tiro de piedra se alza la formidable cordillera de los Picos de Europa, que controla los climas de los valles, las vidas, las usanzas y los bables de los paisanos. La xíriga -locución posiblemente derivada de jerga - debió nacer en este lugar con anterioridad al siglo XVIII, época en la que aparecen las primeras referencias al oficio de tejero, del que se tiene constancia en tejas fabricadas en 1713 y conservadas hasta hoy. Ello explica la presencia de algunos vocablos procedentes del castellano (Cast.) caídos actualmente en desuso, pero integrados en la xíriga (Xír.) con una morfología alterada, como Xír. tesque por Cast. aqueste; Xír. gandu (comida) por Cast. gandir (comer); Xír. aroga por Cast. agora; Xír. grillescos (calzoncillos) por Cast. gregüescos. Del catalán mitg pudo haber llegado a la xíriga la palabra michi (medio). La presencia del vasco en la xíriga es digna de destacar. Algunas palabras como gachu (mal) debieron saltar del vasco gaitz o gaixo, con el mismo significado, aunque es probable que tanto gachu como gaixo sean a su vez un préstamo del romaní gachó («el que no es Rrom») con sentido despectivo. Del vasco - idioma exótico e inasequible para mucha gente - se trajeron palabras como chacurru, perro (de txakur), asúa, fuego (de su), estañol, queso (de gazta), bate, uno (de bat), zarru, viejo (de zar), zorre, piojo (de zorri), belardas, orejas (de belarri), ureta, lluvia (de ur, agua), urdíu, cerdo (de urde), escondase, casarse (de ezkondu), ría, piedra (de harri) y perdigal, ano (de ipurdi, culo). Todas las jergas, como cualquier sistema lingüístico, contienen numerosos componentes híbridos, fruto del contacto. De los gitanos que vivían en Madrid habló el propagandista bíblico George Borrow (1842) como «valencianos que se expresan en su peculiar jerga, el romaní, entremezclada con muchas palabras y expresiones valencianas». Pero la xíriga es especial en que se ha utilizado más allá del oficio - en este caso, el de tejero - con la más que probable finalidad de ocultar el contenido del discurso a los profanos y recalcar al mismo tiempo las relaciones de solidaridad entre semejantes, la pertenencia al grupo o la subordinación al mismo. La palabra igual, en relación con los tejeros de Llanes, es relativa, puesto que la distribución de tareas siguió pautas medievales, con un amo, al que llamaban man (en el bron de Miranda de Avilés, recibía el nombre de manate, posiblemente prestado del hispano-romaní man, yo) y unos operarios de distinto rango, distintos salarios y distintos tratamientos que vivían en un régimen de semiesclavitud. «Morranchu», ordenó el amo a un aprendiz en voz de xíriga, «apara el ubíu abriciau en las tamarguinas que lo maye uzquía y los tamargos lo mayen al pez, al aparar gachu» (Pinche, pon el pan sobre las tejas para que le dé el sol y así los tejeros comerán poco al estar duro) (Muñoz, 1972). Algunos manes llegaron a comprarles el pan a los mendigos para alimentar a sus cuadrillas. La xíriga pasó a Méjico en boca de los emigrantes asturianos, como lo hizo a Estados Unidos el shelta irlandés -otra jerga críptica itinerante -, del mismo modo que viajó algo del broum de la Auvernia francesa hasta Miranda de Avilés (Asturias) y Fornela ( León), o como se aventaron los distintos lenguajes gremiales como el barbeo, la gacería, la mansolea, el picamulo, la pantoja, la tixileira y el peculiar verbo dos arginas. La morfología supuestamente cifrada de la xíriga puede atribuirse, además de a las deformaciones léxicas, a la adquisición de préstamos procedentes de lenguas alejadas del lugar, como el vasco y, con toda probabilidad, del hispano-romaní, algunos de cuyos términos fueron adoptados por los quinquis, grupos marginales de delincuentes no necesariamente gitanos. Es posible que la xíriga llamara la atención de la gente que oía hablar a los tejeros en un lenguaje un tanto raro, sobre todo en presencia de extraños. En realidad, cabe pensar que todas las lenguas o jergas desconocidas siempre han resultado sospechosas para la mayoría de la población, que les asignaba una función secreta, como en el caso del romaní. Valga la digresión, en todas las épocas y lugares ha habido lenguajes secretos o discretos -por utilizar una expresión masónica-, como el nu-shu (lenguaje privado de las mujeres en China), y jergas inventadas con distintos fines, como la que dio forma a los poemas de François Villon (1431-1474), oscuro personaje que, tras unirse a la secretísima Hermandad de la Coquille - una cuadrilla de delincuentes -, dio con sus huesos en la cárcel y a punto estuvo de morir en el patíbulo. Los diarios del influyente funcionario del almirantazgo inglés, Samuel Pepys (1633-1703), fueron escamoteados a los ojos profanos por el propio autor, que los redactó en un sistema de taquigrafía inventado por un paisano suyo, Thomas Shelton. Grandes figuras de la historiografía, como Jenofonte o Julio César, recurrieron a sistemas de escritura codificada. En la Edad Media se abandonó esta inveterada costumbre al ser relacionada con la magia y la brujería. Hablar al revés, como se hace con los palíndromos («dábale arroz a la zorra el abad», que se puede leer indistintamente de izquierda a derecha, y a la inversa) ha sido una habilidad exclusiva, al parecer, de los endemoniados. Por habla revesada se entendía en el siglo XVII español una forma de cambiar las letras de las palabras. Este fenómeno no siempre ha sido intencionado, sino que aparece esporádicamente como forma vulgar y equivocada de algunas palabras cuya pronunciación traba las lenguas de algunos hablantes, sobre todo en presencia de consonantes difíciles de combinar como -r y -l (compárese el español milagro con el catalán y francés miracle y el latín miraculum). Lo mismo ocurre en xíriga con drape (pa-dre) o drama (ma-dre), o en español vulgar pardre por padre, y Calros por Carlos. Las metátesis - inversiones de letras o de sílabas - forman parte de las distintas germanías de delincuentes, que las utilizaban a propósito para ocultar el perfil morfológico y semántico de algunas palabras y darles la máxima opacidad. Desde el siglo XIX hasta nuestros días ha habido un desarrollo parecido en Francia con el verlan (metátesis de l´envers, el revés), vinculado a las minorías marginales, grupos étnicos e inmigrantes. Para entender la xíriga conviene ir de la mano de Llano Ampudia (1921), Wagner (190) y Emilio Muñoz (1972), entre otros pioneros del estudio de las jergas asturianas. Este último ha descrito oportunamente los rasgos del habla de los tejeros de Llanes, apoyándose en estudios de Dauzat y Giraud sobre los argots y jergas francesas, así como en sus propias fuentes. Muñoz creía en el uso de la xíriga como lenguaje secreto, aunque su función críptica es bastante discutible. Por un lado, las permutaciones silábicas se producen en muchos lenguajes de comunicación trashumantes, como el de los irlandeses itinerantes; pero, por otro, los traslados de sílabas también aparecen en el lenguaje infantil como juego. Por ejemplo, el denominado pig latin (juego de palabras que -en español- consiste en añadir sílabas a una palabra a partir de una p- seguida de una vocal presente en la palabra original, como en «yopo nopo sepe napadapa», es decir, "yo no sé nada") es un capricho lingüístico, no un lenguaje. Lo más destacable de la xíriga es que nunca fue lengua materna, sino que se aprendía con el oficio. Se puede comparar a un argot del estilo del quinqui (habla de los quinquis con cruces del caló y la germanía), en el sentido de que nace en un grupo social y ocupacional estanco. Conviene aclarar que los quinquis, que tradicionalmente se han dedicado a la quincallería, de donde procede su nombre, nunca han constituido un grupo étnico como los gitanos; de hecho, la mayoría de aquéllos tiene aspecto germánico. La diferencia entre la xíriga y la germanía estriba en que el lenguaje de germanías era propio de delincuentes o de comunidades marginales, con frecuencia trashumantes, mientras que la xíriga era el medio de expresión de una profesión honesta, aunque sujeta a una jerarquización y un trato despóticos. La xíriga tampoco es (aunque lo parezca) un pidgin, puesto que no existe contacto entre dos lenguas que den nacimiento a una tercera. Los tejeros hablaban su bable local y sólo se expresaban en xíriga durante la práctica del oficio, bien en Llanes y sus alrededores o adondequiera que viajase la cuadrilla en busca de trabajo, como a Bilbao. No siendo tampoco una lengua materna, la xíriga se aprendía dentro de la profesión, nunca fuera de ella. Sin embargo, el rasgo común a todas las jergas, incluida la xiriga, es que se transmiten de generación en generación a través de la actividad profesional.
 El siguiente texto en xíriga, que se halla expuesto en "Casa Alejo" de Posada, junto a Llanes, es una sencilla (aunque, para nosotros, críptica) felicitación de Navidad:
 Llerguen para zancañeros y cortubos xida racha,
xida, xidu agún en que la maga xida exbatió
a Xodín xida racha zarra ¡xiclu ñan chupidín!
 La memoria de los abuelos de Llanes -y aún menos la de los nietos - no conserva de la xíriga más que algunas palabras sueltas. Afortunadamente, sin embargo, el viejo oficio de tejero ha dejado de ser - como tantas tradiciones mitificadas en ausencia de mejores argumentos históricos - un modelo de relación laboral del que no cabe más que avergonzarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario