Emilio García Gómez
“Hola, yanis”, escribe un emigrante gibraltareño a sus colegas del Peñón. “Un saludo a toda la gente wena de Gib, donde tengo un montonazo de friends. Os veré en Agosto. ¡Enfriad la bitter!” Y otro exclama: “Afuuuuuuuu, que wapo ta ete sight e. Inger y Becky fasi la ma locaaaa aki!!! Viva la locaaaa, lo llani y la calentita!!!” Y otra escribe su “email”: “Esto es lo mejor. I have been living in inglaterra 27 jears y todavia soy mas llanita que la calentita!!!! Me emocione mucho cuando mi sobrina Depronska me dijo de este sight. yo he sido muy cotilla to mi vida y en UK no se estila eso.” La “calentita” es la autora o autor de una columna en un semanario local -Panorama- que durante años ha estado contando, en llanito, los chismes de “la Roca”. Esta serie ha servido de refuerzo emocional para muchos estudiantes y emigrantes gibraltareños en el extranjero.
Conociendo un poco de inglés y otro poco de andaluz, se pueden entender fácilmente estos mensajes escritos con una ortografía atrevida, asimétrica y anormativa. Puesto que el modo de transmisión del llanito es estrictamente verbal, el tipo de escritura es personal, un simple reflejo de la fonología de los hablantes, lo que justifica su descuidada presentación. Esta jerga híbrida encierra todo un sistema de comunicación exclusivo de los gibraltareños, una estirpe que se niega a ser engullida social, política, económica y culturalmente por su vecina España. En apariencia, la impresión que se tiene de gente tan cordial es que son andaluces con bombín, pero después de casi 300 años y tantas entradas y salidas de gente, bien poca sangre y menos espíritu quedan de los aborígenes.
Gracias a y en virtud de la presión española sobre Gibraltar, obligando a parte de la población a emigrar en diversos momentos a Inglaterra, el Caribe y Madeira, siendo reemplazada por funcionarios y maestros ingleses, el idioma español ha pasado a una situación de subordinación respecto del inglés, aunque los llanitos no olvidan fácilmente su dialecto interior. A pesar de la rigidez protocolaria entre Madrid y Gibraltar, es notorio el mestizaje hispano-gibraltareño gracias al matrimonio, el comercio, los medios audiovisuales (radio y televisión), la religión y, al menos por ahora, la relajación en las medidas de control de la frontera.
Se cuenta que la palabra “llanito” se aplicaba a los habitantes del “llano”, gente de Algeciras, Campamento, San Roque y Los Barrios que, durante la segunda guerra mundial, cruzaban la frontera para trabajar en Gibraltar y cuyo español impregnó todos los rincones de “la Roca”. Lo más probable es que la palabra “llanito” naciera en boca de esos trabajadores al oír a las mamás gibraltareñas llamar a sus yanitos (diminutivo españolizado de Johnny-Johnnito). Por extensión, comenzarían a denominar a todos los gibraltareños yanis (Johnnys), yanitos o llanitos. Así queda anotado por la joven investigadora Jennifer Dean en su lozano artículo “El cambio de código, like a Rock” (2001).
Hay que tener en cuenta que los extranjeros, y todos los forasteros en general, siempre reciben un mote de los lugareños. Por ejemplo, los comerciantes o funcionarios ingleses que residían en Canarias en el siglo XIX recibían el nombre de chonis (nuevamente Johnny pronunciado a la española) o guiris (posiblemente derivado de git! ¡largo de aquí! en lenguaje tabernario, o bien de get it, tómalo). Por su parte, los españoles, durante la ocupación de Nápoles, Cerdeña o Sicilia por las distintas monarquías peninsulares, eran conocidos como bisoños, por la costumbre que tenían de pedir algo comenzando por la frase “Io bisogno...” ("necesito...”). En algunos puntos de Andalucía se llama a los magrebíes mojamas (de Mohammed). Y a los soldados norteamericanos en Vietnam se les llamaba charlis (del nombre propio Charlie, aunque posiblemente sea un residuo de Charley, antiguamente, guarda nocturno creado por Carlos I de Inglaterra -Charles I-, equivalente al “sereno” español).
Cuando se llega a Gibraltar, se perciben varias lenguas, tres de las cuales son, por orden de uso e importancia:
1) el inglés, como idioma normativo de la colonia;
2) el español de los trabajadores del Campo de Gibraltar que cruzan a diario la frontera y también el de los turistas españoles;
3) el denominado llanito, un híbrido de ambos.
El llanito -el habla de los llanitos- no es un idioma en el sentido más tradicional de la palabra, ni siquiera un pidgin, sino un subdialecto comparable al pichingli anglo-canario, el anglo-menorquín nacido de la ocupación inglesa de la isla en el siglo XVII o el spanglish de Nueva York. No contiene sólo expresiones procedentes del español, sino también restos de los otros idiomas locales, antiguos o modernos, como el judeo-español, el hebreo, el árabe, el maltés y el genovés, a conveniencia del momento y el estado emocional del hablante, aunque el léxico hispano-inglés se sobreimpone a los demás. Quien habla llanito no es que no sepa hacerlo adecuadamente en inglés o en español, puesto que la inmensa mayoría de gibraltareños son bilingües y bidialectales, sino que lo emplean como sello de identidad. Cuando abren una conversación con desconocidos o con funcionarios de la administración gibraltareña, siempre la inician en inglés, cambiando de código a medida que se afloja la tensión del formalismo. Los españoles que visitan la colonia y quieren hablar en inglés lo tienen difícil, puesto que los yanis en seguida detectan su origen nacional y pasan a hablar en español, aunque con acento del istmo, la marisma gaditana contigua al Peñón.
Visita de la princesa Ana a Gibraltar en el tricentenario de la colonia (Foto EFE)
Hasta hace poco, el llanito era un dialecto anglo-hispánico que caminaba detrás del inglés, el idioma de prestigio, y se transmitía verbalmente, como le ocurre a la mayoría de las hablas diglósicas. Pero, desde hace unos años, también se escribe, normalmente en forma de cápsulas humorísticas que aparecen en la prensa local y en las cartas familiares. Y es que el llanito siempre ha sido y sigue siendo el idioma de la casta y de los amigos íntimos, tanto si andan por allá como si se encuentran a miles de kilómetros de distancia. El llanito traduce las emociones y los encuentros informales e interpreta y organiza la solidaridad entre iguales, especialmente desde el brutal cierre de la verja en octubre de 1969.
El desayuno o la comida principal tradicional de Gibraltar (como en otros lugares donde antiguamente no había otra cosa mejor que llevarse al estómago) ha sido un plato de cuércaro o cuécaro (expresión derivada de la marca de gachas de avena “Quaker Oats”). “My dear Cloti”, se lee en “Calentita”, “los del Foreign Office andan nervioso. I imaginate they will want to darnos el traste, pero van a tener que comer cuecaro porque the people know what they want.” (Panorama, 26-1-98). Los cafés ofrecen un tradicional desayuno inglés con huevos y bequi (“bacon”). El lanche (“lunch”, comida a mediodía) puede consistir en un arishu (“Irish stew”, cocido a la irlandesa), untando la grevi (“gravy”, salsa) con un brique (“brick”, bollo de pan) y mojándolo todo con chichibía (“ginger beer”, gaseosa) o cualquier otro tipo de drinki (“drink”, bebida). A veces, cuando tienen prisa, se limitan a tomarse un pisup (“pea soup”, sopa de guisantes) y unos picles (“pickles”, encurtido, pepinillos en vinagre), y de postre un quequi (“cake”, pastel o tarta).
Los fines de semana siempre habrá alguien que celebre un pati (“party”, fiesta), donde se encuentra a gente muy choli (jolly, alegre). La mayoría se quedará en casa viendo la televisho (“televisión”). En verano, los niños juegan en la calle a los mebli (“marbles”, canicas), mientras chupan un liquirba (“licorice bar”, regaliz). El duti de los tiche (“duty”, deber, “teachers”, profesores) es enseñar siempre en inglés, aunque muchos estudiantes hablan entre sí en llanito. El año escolar se divide en cuatro cuórtar (“quarter”, trimestre), al final de los cuales hay que pasá un examen (“pass an exam”, aprobar un examen). En el pasado, los maestros castigaban a sus alumnos rebeldes golpeándoles la mano con la rula (“rule”, regla). Los libros se compran en la shop (tienda) o se leen en las librerías (“library”, biblioteca). Por la ivining (“evening”, noche), si refresca, los paseantes se ponen un champa (jumper, jersey). Para ir al doctor se pide un apoinmen (“appointment”, cita) dando un ring (“giving a ring”, telefoneando). Si éste llega tarde, dará su apología (“apology”, disculpa).
Los gibraltareños suelen ser muy cumplidores de sus diuti (“duty”, deberes cívicos), evitan la chitería entre compadres (“cheating”, trampas) y respetan las formas de cortesía británicas; todo el mundo dice tenkiu (“thank you”, gracias) cada vez que reciben algo de otros. Como casi todos se conocen, se saludan con un afternun (“Good afternoon!” buenas tardes). Los concesionarios de coches suelen vender modelos de segunda mano en muy buen estado, casi como brauniu (“brand new”, nuevos). Para comprar uno, antes hay que hacer una orden (“order”, pedido). Cuando gotea un grifo, se llama al plomero (“plumber”, fontanero). Los suelos de muchas casas, para aislarlos del frío, están cubiertos de alfombras y moquetas, que hay que desempolvar cuidadosamente con el júver (“hoover”, aspiradora). Las mujeres, sobre todo las mayores, mantienen ágiles los dedos de sus manos haciendo nitin (“knitting”, labor de punto) y disfrutando de una buena penshi (“pension”, pensión de jubilación). Los niños pequeños hacen su uiui en el poti (“wee wee”, pis; “potty”, orinal).
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