miércoles, 22 de mayo de 2013
cantabro
La distancia que separa a las hablas de Cantabria de su normalización es enorme, insalvable si no se mira con optimismo. En contra de algunos intentos ya realizados, normalizar no puede ser el trabajo de un erudito que recopila libros y artículos y los funde en una mixtura irreconocible, sino un trabajo colectivo que requiere disponer de muchísima materia prima de calidad. Esa materia prima no pueden ser sino estudios sobre el terreno de nuestras hablas que, realizados con el suficiente rigor filológico, puedan ser utilizadas como base de trabajo. En algunos aspectos el estado de la cuestión es lamentable: peculiaridades como el neutro de materia sólo cuenta con tratados específicos para el oriente (Laredo, Junta de Voto) y las conjugaciones solo han sido tratadas en profundidad en unos pocos estudios. El camino es enorme y por ello hay que comenzar a trabajar muy desde el principio: todavía con grabadora, bloc y lápiz para retratar lo que existe. Sin embargo, el vocabulario es un elemento de nuestras hablas que sí ha sido estudiado muchas veces por su atractivo. En ocasiones con poca rigurosidad, pero en general mostrando un material muy aprovechable. Es por ahí por donde podemos iniciar la normalización; recopilando palabreros, analizando las obras clásicas de Pereda o Llano y comenzando a crear un corpus susceptible de ser transformado en un diccionario, herramienta básica en cualquier lengua. Las palabras, al contrario que las estructuras gramaticales, son más resistentes al paso del tiempo, más duraderas y más fáciles de reconstruir. Empecemos por ahí.
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