domingo, 27 de septiembre de 2015

'Falemos galego', los bables y el caló

El caso gallego es extraño. Debería ser la región o nacionalidad que conservase más puro y nítido su idioma -un idioma que por la acción de, imperio colonial portugués se extiende por todo el orbe, ya que el portugués es un dialecto del gallego- y, sin embargo, no ha sido así. El gallego se encuentra hoy fuertemente castellanizado. Y aun en zonas rurales se habla un gallego bastante podrido o moteado de palabras y giros castellanos.

Las burguesías gallegas -que no son tales, sino en su pervivencia de la figura del cacique-, al igual que las de Euskadi y a diferencia de la burguesía nacionalista catalana, se inclínaron de antiguo por el castellano, teniendo como cosa de baja condición social expresarse en su idioma materno, si bien una intelectualidad tan notoría como notable (de Castelao a Rosalía, pasando por Curros Enríquez) fueron paladines de un galleguismo que utilizó el bello idioma galaleo como la principal bandera de la cultura y reivindicación de su mismidad.El gallego, idioma anterior al castellano, no fue nunca tan reprimido por las instancias oficiales como el catalán o el vasco. Eso es lo cierto. En nuestros días, con el régimen autonómico gallego ya en pleno vigor, sería de esperar una notoria recuperación del idioma propio aun en los medios ciudadanos, ya que ahora la moda se ha invertido y hasta los políticos burgueses y viejos colaboradores directos de Franco (de Fraga a Meilán Gil, pasando por los Rosones) tienen a gala dirigirse a sus paisanos en gallego.

"Eu só galego como a ti" fue el eslogan fraguista en la última campaña electoral. Mientras José Luis Meilán, que colaboró directamente con Laureano López Rodó, el hombre que repetía "descentralización, sí; regionalismo, nunca, que es separatismo", escribe su libro Por fin unha terra nosa (aunque luego resulta que lo escrito dentro está en castellano, y gallego sólo es el título).

La enseñanza del gallego en la escuela será, por otra parte, el elemento básico y sustancial de su recuperación, que se completaría más aceleradamente si coptaran con una amplía programación en gallego en televisión y radio.

En la actualidad, el gallego rebasa los límites de sus fronteras con Asturias y León. Se introduce en el Principado por su parte occidental y lo hace en León por la extensa comarca de El Bierzo, que un día lejano fuera provincia independiente. Y aunque la copla popular diga "No me llames gallega, / que soy berciana, / cuatro leguas p'arriba de Ponferrada", lo cierto es que más tiene de gallega la comarca que de leonesa. Igual acontece en la misérríma comarca montuosa de Los Ancares, la tierra de las viviendas circulares con techo de paga -las pallozas- que se asientan tanto en Lugo como en León.

Los bables

Normalmente, cuando el común ciudadano lee o escucha la palabra "bable" lo identifica con el idioma que en su día se habló en las Asturias. Y es cierto, pero el bable pasó en los tiempos de la Reconquista a tierras del Reino de León, llegando en formas dialectales a tierras extremeñas de Cáceres y, aunque anterior al castellano, fue luego absorbido en gran parte por la lengua de Castilla la Vieja.

El bable astur, en nuestros días, la verdad es que es hablado por muy pocas personas, pese a los esfuerzos de algunas minorías integrantes del Conceyu Bable, que hasta ha editado un Diccionariu manual bable-castellan, de la doctora Josefina Martínez Alvarez.

¿Que ye la llingua asturiana? Pues hoy poco más que una reliquia histórica, pese a que algunos -muy pocos- pretendan que se estudie en la escuela y hacer de Asturias una comunidad bilingüe. Lo cierto es que lo que resta del bable hay que buscarlo en apartados pueblines rurales o marineros y algo más en el habla de los vaqueiros de alzada.

Lo que sí quedan son expresiones peculiares, intercalación de algunas palabras o arcaísmos y hasta diferencias en la construcción de las frases, amén de una fonía, de una música en el habla. De manera más dulcifícada, el bable oriental se adentra por tierras cántabras -que antes eran llamadas las Asturias de Santillana- hasta cerca de la propia Santander capital, y su influjo es notorio sobre todo en los valles de Llébana y Cabuérniga.

La mayor diferencia estriba en la utilización de los diminutivos: en Asturias acaban en ino-ina, y en Cantabria, en uco-uca.

Amén de palabras y expresiones sueltas, la diferencia con el castellano en la actualidad estriba en la distinta forma de pronunciar algunas letras: por ejemplo, no hay sonido de la v, sino tan sólo de la b; la h se hace j y ésta se suele cambiar por una especie de x.

Los vaqueiros

Como los vaqueiros de alzada astur-leoneses fueron durante siglos una especie de "raza maldita" (al igual que los agotes navarros, los pasiegos santanderinos, los chuetas mallorquines y los maragatos zamoranos), muchos llegaron a decir que su habla no era el bable, sino otra muy distinta.

Lo cierto -según se ha probado hasta la saciedad- es que los vaqueiros hablaban bable, si bien su aislamiento multisecular y su tipo de vida trashumante subiendo y bajando a las brañas para que el ganado paste le conferían al lenguaje -y aun esto perdura hoy- modismos específicos y, sobre todo, el habla vaqueira posee diptongos decrecientes ei, ou (keisu, cousa), utiliza mucho el sufijo oiru, y en cuanto a las consonantes emplea mucho el fonema ts; también acaban los infinitivos en e (cantare, cantar; beitsare, bailar). En resumen, sí se puede hablar de un día.lecto vaqueiro.

De Sanabria a la Maragatería

Por tierras leonesas ya hemos visto el influjo del gallego en Ell Bierzo, algo más al sur por donde Zamora linda con las montañas de Orense, la comarca sanabresa donde se ubica el lago de Sanabria, donde hace años se derrurribó la presa de Ribadelago matando a tanta gente, se habla un dialecto, el sanabrés, que todavía conserva su pureza en el pueblo de San Ciprián.

Más interés acaso tenga otro dialecto bable, el maragato, en muchas formas parecido al habla vaqueira y que, como aquélla, contiene gran cantidad de arabismos (por otra parte comunes también al habla castellana). Los maragatos también utilizan los infinitivos terminados en e y asimismo, aunque es menos frecuente en i (colgari, por colgar; salari, por salir, etcétera).

Más perdidos, pero aún con expresiones propias que el viajero curioso o mínimamente atento no dejará de observar, están los dialectos de las tierras zamoranas de El Aliste y El Sayago, así como del campo charro salmantino.

El extremeño está claramente influido por el castellano-leonés en Cáceres y por el andaluz en Badajoz. Y así podemos encontrar unas formas especiales de hablar en lo que el poeta Gabriel y Galán llamó la tierra del "Cristu benditu". "Porque semos ansina, semos pardos...", que cantara el también poeta extremeño Luis Chamizo. Las terminaciones en u en vez de en o son muy utilizadas en tierras cacereñas, al igual que en Asturias y Cantabria.

Los dialectos andaluces

Qué duda cabe que los andaluces hablan el castellano, pero las variedades fonéticas son muy importantes de una provincia a otra. Poco tiene que ver el almeriense con el "ronquío" jiennense o el sevillano con el onubense. Léxica o sintácticamente no existe un andaluz (como no sea la jerga del peor "folklorismo" que utilizaban los hermanos Alvarez Quintero para "escribir en andaluz") o el célebre letrero que apareció en una calle de Sevilla que rezaba así: "Ay cá p'ancalá" ("Hay cal para encalar").

Podríamos incluir aquí el caló, el idioma de los gitanos que todavía conserva su fuerza en Andalucía, aunque los gitanos, por su vida trashumante, estén en todas partes, si bien los gitanos "estantes" o sedentarios y otros muchos se ubiquen en esta zona de España. Hoy, el caló ha degenerado mucho, castellanizándose, pero sigue siendo un dialecto importante que encontró su culminación en la época de más persecución contra la raza gitana, entre los siglos XVI y XVIII.
E. Barrenechea

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